Pesticidas en el estudio, publicado recientemente, ha desvelado que los test que suelen hacerse para evaluar la peligrosidad de los pesticidas y luego establecer qué cantidad de ellos es segura o no, dejan mucho que desear.
Sus ingredientes “secretos” podrían hacerlos cientos de veces más tóxicos para las células
Fuente: ECOticias (06/03/2014)
Una investigación realizada por científicos franceses podría echar por tierra buena parte de la confianza de mucha gente que se tranquiliza cuando escucha a un responsable de la Administración decir que algo es seguro. Por ejemplo, cuando dice que no hay que inquietarse porque la presencia del residuo de un pesticida en un alimento o en el agua no entraña riesgo al no superar los niveles legales.
El estudio, publicado recientemente, ha desvelado que los test que suelen hacerse para evaluar la peligrosidad de los pesticidas y luego establecer qué cantidad de ellos es segura o no, dejan mucho que desear. Tanto que a veces pueden llegar a subestimar un riesgo que, según dice este estudio, puede llegar a ser en algún caso mil veces superior de lo que se pensaba.
El problema es que, entre otras cosas, los test usuales suelen basarse en estudiar solo una mínima parte de los productos -lo que se llaman los “principios activos”– pero no la mayoría de su contenido. Normalmente, los test de seguridad de los pesticidas se hacen solo sobre el ingrediente activo destinado a la plaga. Es así cómo, según los autores del estudio, se hace “el cálculo de la Ingesta Diaria Aceptable -el nivel de exposición que se dice que es seguro para los humanos a largo plazo- y justifica la presencia de residuos de ésos pesticidas a niveles “admisibles” en el medio ambiente y los organismos”. Lo malo es que los principios activos no están solos.
En realidad los principios activos solo suelen ser una ínfima parte de la composición del producto que se pone a la venta el cual puede ser una compleja mezcla de muchas sustancias. Ésos otros compuestos que acompañan al principio activo han sido bautizados como “inertes”, como presuponiendo que no tendrían efectos. Sin embargo, la realidad parece no ser tan sencilla.
Lo que han visto los investigadores galos, es que cuando se analiza el efecto del producto en su conjunto, tal y como se fumiga sobre enormes superficies agrícolas del planeta, la toxicidad sobre las células humanas es mucho mayor que la de los principios activos solos. Eso es lo que dice el trabajo publicado por la revista BioMed Research International, y realizado por científicos de la Universidad de Caen y del CRIIGEN. Ocho de los nueve productos comerciales testados resultaron ser, de media, cientos de veces más tóxicos que sus ingredientes activos solos (oscilando entre las 2 y las más de 1000 veces). Los test se realizaron sobre células humanas embrionarias, placentarias y del hígado de adultos jóvenes, pertenecientes a unas líneas celulares que, según los científicos que han realizado el estudio “en algunos casos son incluso menos sensibles que las células primarias y por lo tanto no sobreestiman la toxicidad celular”.
Los principios activos testados por separado y como parte de las mezclas comerciales fueron: los herbicidas glifosato, isoproturon y fluroxypyr, los insecticidas pirimicarb, imidacloprid, y acetamiprid, y los fungicidas tebuconazole, epoxiconazole y prochloraz. Entre estas sustancias figuran algunas de las más ampliamente usadas en el mundo y que en algún caso han sido detectadas como residuos en los alimentos o en el cuerpo humano.
Ello lleva a estos científicos, como Nicolas Defarge o Gilles Eric Seralini, a concluir que sus resultados “desafían la relevancia” de parámetros oficiales como el de “la Ingesta Diaria Aceptable de pesticidas porque ésa norma es calculada sobre la toxicidad del principio activo solo. El estudio de los efectos combinatorios de varios principios activos juntos puede ser solo de importancia secundaria si la toxicidad de las combinaciones de cada principio activo con sus adjuvantes es descuidado o desconocido. Los test crónicos sobre pesticidas pueden no reflejar exposiciones ambientalmente relevantes” -es decir, las exposiciones que se dan realmente- “si se testa solo un ingrediente de estas mezclas”.
Tal y como denuncia el científico John Peterson Myers, de Environmental Health Sciences, “el hallazgo, de confirmarse, tendría importantes implicaciones para la seguridad de los pesticidas porque si los ingredientes “inertes” amplifican normalmente los efectos de los pesticidas los estándares de seguridad que se aplican podrían no estar protegiendo la salud humana”.
Lo llamativo es que la normativa permite que ésas otras sustancias, que son la inmensa mayoría del producto que se fumiga, ni siquiera sean declaradas. Son componentes secretos de los pesticidas que, al parecer, harían a los pesticidas más peligrosos para la salud de lo que los tests convencionales han venido diciendo.
Los científicos expusieron cultivos de células humanas a los ingredientes activos de tres herbicidas, tres insecticidas y tres fungicidas. Después, hicieron lo mismo con las formulaciones comerciales (es decir, conteniendo los “inertes” que las acompañan) y compararon los resultados. Los fungicidas eran por lo común, los más tóxicos (viéndose citotoxicidad a dosis cientos de veces más bajas que las diluciones agrícolas) seguidos de herbicidas e insecticidas.
En el estudio, se analizaron los efectos de pesticidas muy usados en la actualidad como los insecticidas Confidor (cuyo principio activo es el imidacloprid, sustancia muy célebre por el problema de las abejas) y Polysect (otro neonicotinoide cuyo principio activo es el acetamiprid). Así como el fungicida Eyetak (procloraz) o el herbicida Starane (fluoxypyr).
El famoso Roundup, de la multinacional Monsanto, uno de los herbicidas más usados en el planeta y cuyo principio activo es el glifosato, resultó ser el más toxico de los herbicidas testados.
Con la excepción del Matin (un herbicida cuyo principio activo es el isoproturon) resultaba que las fórmulas comerciales eran todas más agresivas que si se testaba el ingrediente activo solo. La palma se la llevaba el fungicida con tebuconazole -sustancia que incluida en listas de posibles cancerígenos, además de estudiarse su capacidad de alteración hormonal- donde la diferencia era de más de 1.000 veces.
Desde hace muchos años una serie de científicos claman, sin éxito, para que las autoridades obliguen a las industrias a desvelar qué sustancias son añadidas, como “inertes” en las formulaciones de pesticidas. La industria se resiste alegando que es un “secreto comercial”. Pero entre ésas sustancias pueden contarse algunas que, aparte de lo comentado en el estudio, ya por sí solas, pudieran contribuir a algunos efectos incluso más que los principios activos.
Leyendo las conclusiones de esta investigación francesa -en la que se comenta como hay algunas sustancias, de las llamadas “inertes”, que son más tóxicas que el propio principio activo (el único que se testa)- es inevitable pensar aquello de “quien hizo la ley hizo la trampa” y es que, ciertamente, parece demasiado tramposo juzgar la posible toxicidad de un producto que puede contener muchas sustancias diferentes evaluando la toxicidad de solo una de ellas.
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