Vista la imposibilidad de persistir en esta actitud, vale la pena considerar las ventajas del fenómeno. Es lo que ha hecho el laboratorio Lawrence Berkeley de California, creen haber descubierto algo muy útil para racionalizar la detección de posibles ataques bioquímicos
FUENTE | ABC Periódico Electrónico S.A. (03/01/2007)
Lo cuentan en el periódico electrónico de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU. El objetivo del experimento es dotar a la comunidad científica de una referencia sólida para evaluar las fluctuaciones de la densidad bacteriana del aire en función de factores como los cambios climáticos.
La idea es tener muy bien mesurados los cambios que pueden promover estos factores «inocentes», para afinar el diagnóstico de ataques bioquímicos, si los hubiere. Esto podría ayudar a salvar muchas vidas, y, en la práctica, evitaría sembrar el pánico sin necesidad.
GRAN DIVERSIDAD
El jefe del estudio, Gary Andersen, insiste en la importancia de tener clara la gran diversidad de bacterias y microbios latentes en el aire. «Antes de nuestro trabajo no había una consciencia plena de ello, no se tenía en cuenta», subraya.
Los investigadores de California se dedicaron a recoger muestras de aire a diario durante diecisiete semanas en dos ciudades de Texas, concretamente en Austin y en San Antonio. Fueron elegidas porque en muchos aspectos resultaban homologables: parecida densidad de población, y semejanzas importantes en la configuración topográfica, así como en la elevación sobre el nivel del mar.
Las muestras fueron analizadas en el laboratorio de Berkeley, y arrojaron datos bastante distintos, sólo con 60 millas (casi 120 km) de distancia entre ambas ciudades.
Una de las principales novedades que aporta este estudio es que bacterias y microbios son escudriñados directamente en su entorno original, el aire, no en cultivos de laboratorio. Eso permite llegar mucho más lejos, detectar microorganismos tan sutiles que no sobreviven en un cultivo.
En algunos casos, esta comunidad bacteriana evanescente puede llegar a suponer hasta un 99% de lo que el aire contiene.
Los trabajos coordinados por Gary Andersen han ido ajustando conclusiones generales a partir de búsquedas que en origen eran mucho más específicas y concretas. Por ejemplo, iban a la caza de un gen involucrado en la producción de una proteína presente en todas las bacterias. Han descubierto 9.000 variantes de este gen, uno para cada bacteria diferente.
Lo microscópico da vértigo, y en este caso, más. Los científicos de Berkeley se apresuran a precisar que muchísimos microbios y bacterias que inhalamos son perfectamente inocuos y nunca han hecho daño.
De todos modos, no es fácil resignarse al concurrido trasiego de seres vivos entrando y saliendo de nuestro interior.
CALENTAMIENTO GLOBAL
Los investigadores californianos estiman en alrededor de 1.800 las bacterias que viven en el aire que respiramos.
También estiman que su presencia sube o baja no tanto en función de la localización geográfica como de los cambios de temperatura y de humedad ambiental. Lo cual añade a la ecuación el calentamiento global.
Un cambio súbito en las condiciones atmosféricas puede explicar una alteración brusca del nivel de bacterias en el aire, sin necesidad de que responda a un ataque bioquímico. Lo que se intenta es desarrollar una base de datos certeros, que permitan interpretar correctamente estas variaciones, y detectar cuándo, por espectaculares que en potencia puedan ser, están dentro de la normalidad.
Por ejemplo, la «francisella tularensis» es una bacteria que causa la tularemia, o fiebre de los conejos. Se encuentra en todo el territorio de los Estados Unidos, con la excepción de Hawai. En algunos momentos se ha asociado a posibles ataques químicos; por supuesto, siempre es posible inducir masivamente una bacteria con afán destructivo. Por eso es tan importante detectar la proporción natural de la bacteria en la atmósfera, para saber si afrontamos una agresión, o un mero cambio de aires.