En España no hay -enuncian científicos, organizaciones ecologistas y sindicales- registros de este tipo de sustancias y otras de similar naturaleza, y menos aún un plan para erradicar su uso a pesar del compromiso adquirido hace un año por el Gobierno al firmar el Convenio de Estocolmo.
Las dioxinas son los COP´s más frecuentes -otros son los DDE´s, PCB´s, hexaclorobencenos, lindano, y así hasta unos 100.000- y lo sucedido en 1999 con los pollos con dioxinas en Bélgica es un buen ejemplo de este tipo de contaminación y de cómo alcanza a los humanos.
Una situación similar podría "ocurrir perfectamente en España y simplemente estar comiéndonos los pollos sin saberlo". Juan López de Uralde, director de Greenpeace España denuncia, un año después de la firma del Convenio de Estocolmo contra la llamada "docena sucia" de los COP´s más perniciosos, la absoluta "pasividad" del Ejecutivo.
A pesar de rubricar el acuerdo internacional, que no ha entrado en vigor a la espera de la ratificación de 50 países, el Gobierno anuncia pero no acaba de elaborar el exigido inventario de este tipo de sustancias, ni prepara una estrategia para prohibir su producción.
La inacción gubernamental puede tener su origen en los fuertes intereses que defiende la industria química, a juicio de Joaquín Nieto, secretario del área de Medio Ambiente de CC.OO., que habla de "connivencia por pasiva" de los Ministerios competentes, Medio Ambiente y Sanidad.
Se desatienden los requisitos internacionales que ya han comenzado a aplicar países como Alemania - primer productor químico de la UE, seguido de Italia y España- y varios estados nórdicos y lo que es peor, faltan en España estudios, indicadores y un monitoreo constante para apreciar la evolución de esos índices en los organismos animales y humanos.
"En España hay una muy escasa capacidad de detección", afirmaba ayer Miquel Porta, experto en epidemiología clínica y molecular del cáncer del Instituto Municipal de Investigación Médica de Barcelona.
Ni de la "contaminación de fondo" de compuestos orgánicos persistentes, la rutinaria que llega por el conducto alimentario depositada en los tejidos grasos de los animales, ni de las "contaminaciones accidentales" ocasionales, como la de los pollos belgas.
"La inmensa mayoría de las veces le pasan desapercibidas al Sistema Nacional de Salud", recalca Porta.
Se han detectado altos niveles en la población "inuit" de las regiones árticas debido a su alto consumo de grasas animales de foca, ballena y otros afectados por la contaminación marina en sus migraciones.
Son sustancias -pesticidas, derivados del cloro, furanos, subproductos de la combustión en incineradoras y un largo etc.- que no existen en la naturaleza y que tanto ésta como el organismo humano apenas pueden degradar.
"Son los venenos silenciosos del siglo XXI", sentencia López de Uralde.
Sus efectos en el hombre no son inmediatos ni agudos.
Son también "promotores tumorales", ya que aunque no son causantes directos de cáncer, sí estimulan el crecimiento de las células mutadas y se estudia su contribución al Parkinson, Alzheimer y otras degeneraciones neuronales.