De modo que, sin que ellos lo supieran, los vidrieros medievales que produjeron esos vidrios pintados con nanopartículas de oro de diferentes tamaños se convirtieron en los primeros artesanos de la nanotecnología.
Fuente: Scitech News (10 de Octubre de 2008)
Numerosas ventanas de iglesias en Europa se decoraron con vidrios coloreados usando nanopartículas de oro.
Durante siglos, las personas sólo apreciaron las bellas obras de arte y la larga vida de los colores, pero no comprendieron que estas obras también son, en el idioma moderno, purificadores de aire fotocatalíticos con catalizador de oro nanoestructurado.
Estos VOCs crean el típico olor a "nuevo" cuando se liberan lentamente de las paredes y del mobiliario. Ese olor, conocido por mucha gente, no suele resultar demasiado desagradable, pero, junto con el metanol y el monóxido de carbono, los VOCs no son buenos para nuestra salud, ni siquiera en pequeñas cantidades.
El oro, cuando está en forma de partículas muy pequeñas, se vuelve muy activo bajo la luz del Sol.
El campo electromagnético de la luz solar se puede acoplar con las oscilaciones de los electrones en las partículas de oro y crear una resonancia.
El campo magnético en la superficie de las nanopartículas de oro puede reforzarse hasta ser del orden del centenar de veces más potente, gracias a lo cual las moléculas de los agentes contaminantes presentes son neutralizadas. El subproducto es dióxido de carbono, mucho menos peligroso que esas moléculas, sobre todo en las pequeñas cantidades en que se genera por medio de este proceso.
El uso de las nanopartículas de oro para producir reacciones químicas ha abierto posibilidades fascinantes para la investigación científica. Esta tecnología se alimenta por el Sol y es muy eficiente en el uso de la energía, porque sólo las partículas de oro se calientan de modo significativo. En las reacciones químicas convencionales se calienta todo, lo cual produce pérdidas energéticas.